Por: Manuel Carmona
Han transcurrido poco más de seis meses desde que Morena arrasó en todo el país y logró la votación más alta y abrumadora que se tenga memoria en décadas. Una aplanadora que pasó encima de una débil, timorata y desorganizada oposición que solita se puso en pausa desde hace 183 días, de ahí que las principales figuras políticas del partido en el poder han venido señalando de manera triunfalista que permanecerán ahí por lo menos 50 años.
En lo personal creo que esto se me hace un exceso, pues el ritmo de las sociedades en el mundo es distinto al del siglo pasado. Autores como el prestigiado analista internacional venezolano Moisés Naím con más de 15 obras publicadas entre ellas EL FIN EL PODER, han documentado que el avance de la tecnología ha impactado directamente en la comunicación y en consecuencia en los medios de acceso a la información de la población.
Todo estos elementos inciden en acelerar los procesos de alternancia en el siglo XXI. “El poder está cambiando de manos constantemente, de enormes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes, de gigantescas corporaciones hacia nuevos y ágiles emprendedores, del ejercicio gubernamental en los palacios a los juicios sumarios en las plazas públicas, pero en esta acelerada transformación, el poder es cada vez más fácil de conseguir, pero también más fácil de perder…”
Quien también ha estudiado el tema a profundidad es el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman y ha plasmado en su extensa obra el comportamiento colectivo en el mundo bajo el concepto de las sociedades líquidas, bajo el cual pretende ejemplificar lo voluble que son actualmente las opiniones consideradas predominantes.
Zygmunt Bauman, acuñó el término de modernidad líquida a los tiempos actuales, basándose en los conceptos de fluidez, cambio, flexibilidad, adaptación, entre otros. Bauman afirma que lo “líquido” es una metáfora de la época moderna, ya que ésta sufren continuos e irrecuperables cambios. Asimismo, lo líquido no se fija en el espacio ni se ata al tiempo, se desplaza con facilidad, no es posible detenerlo fácilmente; y todas estas son los rasgos que explican el constante cambio social de los patrones de comportamiento en el mundo.
Por lo tanto huelga decir que si bien es cierto, no hay manera que se pudieran cumplir al pie de la letra los delirantes pronósticos cuatroteístas de retener el poder al menos cinco décadas, también lo es que un posible cambio de estafeta de quienes ostentan el poder, tampoco se ve tan próximo que digamos, pues los partidos políticos opositores al oficialismo todavía no han podido digerir lo ocurrido y han abandonado a su suerte a los ciudadanos, quienes en este momento se encuentran en absoluto estado de indefensión.
Lo que es una realidad, es que en este momento hay un verdadero desastre en México, cuyos orígenes pueden remontarse a la fecha que gusten y manden, pero que los gobiernos actuales no tienen ni idea por donde empezar a repararlo.
En la parte social, cada día que transcurre el crimen organizado gana más espacio y territorio, el Estado se ve más mermado en fuerza, el sistema de salud pública es más evidente su colapso, las finanzas públicas están en apuros y el alza de impuestos se aprobará en cualquier momento.
En lo concerniente al desmantelamiento de las instituciones públicas como el poder judicial federal y los llamados organismos autónomos que han sido borrados del mapa, por un lado han originado una protesta en ciertos sectores de la población y por el otro han generado una condena internacional generalizada.
En medio de este desalentador escenario, esa parte de la sociedad que se ha sentido agraviada, ha reaccionado sin orden, sin dirección y siempre a destiempo, porque no han tenido el acompañamiento de los partidos políticos opositores al oficialismo, mismos que aún no han caído en cuenta del rol que les corresponde desempeñar en medio de este caos, por lo que únicamente se han remitido a fungir un papel más apegado a la gestión burocrática del disenso y constituirse como una oposición meramente ornamental.
De ahí que mientras el país se sigue deshaciendo cada día, la sociedad va sola a la deriva en la defensa de sus intereses, de sus derechos y de sus instituciones, mientras que el PRI, el PAN y Movimiento Ciudadano por igual se encuentran entregados a sus luchas internas por el control de sus respectivas dirigencias, para definir quien se queda con la representación legal y política de su respectiva franquicia para negociar con el poder y no para organizarse en recuperarlo.
El panorama no puede ser mas desolador. Los tres niveles de gobierno ensimismados en su discurso hueco pero bastante efectivo de que finalmente ya vivimos en el paraíso y los partidos políticos que podrían ser considerados de oposición, sin entender que su ausencia de las luchas que se están librando en el presente, los aleja del poder en el futuro.
* El autor es abogado, escritor y analista político.
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